Hoy es una tarde de
invierno, en la que me has dejado y te has ido con tus amigos. En todo momento
pensé que nos quedaríamos los dos solos, hablando y riendo de nuestras cosas. Sin
embargo, has elegido marcharte sin preguntar qué me apetece hacer, sin pensar
que me puedo llegar a sentir sola en esta casa, porque tú eres mi mundo. Hoy he
decidido expresar todo lo que siento en mi corazón desde el día que te conozco.
Estoy sentada en el sofá, con una manta cubriendo mis piernas y el laptop
encima de ellas, mientras la nieve y el frio están intentando entrar en nuestra
casa.
Desde el día en que te
mire a los ojos, supe que estabas hecho para mí. Te volviste mi mundo en ese
segundo en el que nuestras miradas se quedaron fijas la una en la otra. Yo he
intentado ser todo para ti, hacer todo lo posible por comprenderte y apoyarte
en todas tus decisiones, siempre y cuando me parecieran las correctas. Como
muchas noches en las que sales con tus amigos, yo me quedaré esperándote para
saber que llegas bien. Te confieso que en alguna ocasión he salido para ver
dónde estabas, qué hacías, y si alguna chica se podría estar haciendo dueña de
esos besos que son míos. Muchas veces me has susurrado al oído que me querías,
que nunca nadie nos podría separar, que ninguna mujer ocupara ese lugar que
tienes reservado para mí y yo me lo creí aun sabiendo que me engañabas. Te
mentiría si te digo que, cuando nos sentamos en este mismo sofá después de una
de esas noches en las que has salido solo y me has contado como una chica se te
ha acercado insinuando querer algo contigo, los celos han aflorado en mi
interior. Cualquiera de ellas te dirá que te cuidará como nadie en este mundo,
que te hará el hombre más feliz de esta tierra, pero no son sinceras del todo.
Nadie te cuidará como yo, que disfruto de cada segundo contigo como si fuera el
último. Tampoco te abrazará las noches que te encuentres mal, ni te entenderá
cuando las cosas no vayan como tú quieres.
Te juré amor eterno el día que te vi, y ese sentimiento
sigue vivo en mi interior, aunque sienta que nuestra relación ya no es lo que
era. Has dejado de contarme todo lo que te sucede, incluso he encontrado
algunas cosas escondidas entre tu ropa que me han producido tanto dolor como
decepción. Ahora puedes sentirte dolido por saber que he roto esa barrera de
intimidad, pero el no saber que te pasaba por la mente me ha hecho romperla.
Muchos días he esperado sentada esa explicación que en tu interior sabías que
esperaba, pero nunca llegó. Aun así, te sigo amando como una tonta y nunca
dejaré de hacerlo, porque siempre supe que tú eras para mí. Puede que un hombre
se me acerque y me diga que tengo que darte más libertad, y empezar a pensar en
ti de otra forma, pero no quiero. Quiero seguir jugando contigo, reírnos de
tonterías y pasear de la mano por la ciudad, porque sé que nunca encontraré a
nadie como tú.
Te dejaré esta carta encima de la almohada. Solo espero
que cuando leas estas líneas entiendas como me siento, y que solo deseo lo
mejor para ti.
Te quiere, Mamá.
Margot Recast.
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